
Bunbury conquista Zaragoza con su Huracán Ambulante en el Príncipe Felipe
El Pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza ha vivido esta noche una cita marcada en rojo en el calendario cultural de la ciudad. Enrique Bunbury, acompañado por el renacido Huracán Ambulante, ofreció un concierto con entradas agotadas desde hace meses. El regreso de la banda con la que inició su carrera en solitario convirtió la velada en un reencuentro con la memoria musical de dos generaciones.
Aunque el de Zaragoza estaba previsto como el último concierto de la gira, el artista confirmó hace unos meses que el cierre definitivo tendrá lugar el 27 de septiembre en Buenos Aires.
Huracán Ambulante, dos décadas después
El reencuentro con el Huracán Ambulante se produce veinte años después de su disolución. La formación, que acompañó a Bunbury entre 1997 y 2005, grabó cuatro discos de estudio y tres en directo, dejando una huella reconocible en los primeros pasos del zaragozano tras Héroes del Silencio. Ahora, con motivo del aniversario y de la publicación de un nuevo álbum en 2025, la banda ha vuelto a los escenarios.
Sobre las tablas, Rafa Domínguez (guitarra), Del Morán (bajo), Copi Corellano (teclados), Ramón Gacías (batería), Ana Belén Estaje (violín y coros), Luis Miguel Romero (percusión), Javier Íñigo (trompeta) y Javier García-Vega (trombón y guitarra española) acompañaron al vocalista en un despliegue de en torno las dos horas de música.
El montaje escénico, con referencias circenses y cabareteras, reforzó la personalidad teatral del espectáculo. El rojo dominó el cromatismo del escenario, desde los cortinajes hasta el vestuario del propio Bunbury, que apareció con un traje en tono anaranjado brillante, gafas de sol, chaleco a juego, camisa negra y pantalones ligeramente acampanados. El arranque con El club de los imposibles, tras la intro con el Otto e Mezo de Nino Rota, marcó la pauta de una noche en la que el público respondió de pie desde los primeros compases.

Un repertorio que cruzó épocas y estilos
La actuación repasó tanto los clásicos de su discografía como algunas de las nuevas composiciones que verán la luz el próximo año en Cuentas pendientes. Entre ellas destacó Las chingadas ganas de llorar, segundo adelanto del futuro álbum. El repertorio también incluyó canciones que definieron distintas etapas de su carrera, como De mayor, El extranjero, Infinito, Lady Blue o Que tengas suertecita.
El concierto avanzó con una mezcla de géneros que reflejan la amplitud del repertorio del artista. El público disfrutó de pasajes cercanos al rock latino, el bolero o el tex-mex, así como de homenajes a referentes locales. Sonaron Apuesta por el rock and roll de Más Birras y Sí de Umpah-Pah, convertidos en parte del universo Bunbury gracias a la interpretación y el peso escénico del cantante.
La recta final llegó con El jinete de José Alfredo Jiménez y …Y al final, cierre habitual de sus directos. La entrega del público, formado en su mayoría por seguidores que llevan décadas acompañándole, reforzó la sensación de reencuentro generacional.
La cita en Zaragoza confirmó la vigencia de Bunbury como figura central de la música en castellano. Más allá de la nostalgia, el concierto mostró a un artista en plena forma y a una banda que, veinte años después de separarse, mantiene intacta su capacidad de conectar con miles de personas.
