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La ermita de Aragón que permaneció oculta durante 1.000 años y guarda un misterio relacionado con el Santo Grial

La ermita de San Adrián de Sasabe se encuentra en Borau, a pocos kilómetros de Jaca

En el Pirineo aragonés, en el término municipal de Borau, se encuentra uno de los enclaves más enigmáticos del patrimonio medieval de Aragón. Se trata de la ermita de San Adrián de Sasabe, un pequeño templo románico que permaneció enterrado durante siglos, y cuya recuperación en el siglo XX sacó a la luz no solo un edificio singular, sino también una posible conexión con el Santo Grial.

El templo fue descubierto entre 1957 y 1962, cuando el Ayuntamiento de Borau solicitó ayuda para recuperar una antigua iglesia de la que apenas quedaban rastros visibles. La sorpresa llegó al excavar junto al nacimiento del río Lubierre, donde emergió una edificación de piedra semienterrada, a la que solo se podía acceder inicialmente por una ventana. El hallazgo resultó ser la ermita de San Adrián de Sasabe, una construcción del siglo XI que en su día fue sede episcopal y parte de un desaparecido monasterio visigótico.

San Adrián de Sasabe y el símbolo perdido

Durante los trabajos de recuperación, los arqueólogos encontraron un relieve singular en una de las ménsulas del ábside: una flor de once pétalos. Este motivo no era decorativo sin más. Según los expertos de la Universidad de Zaragoza, representaría a los once apóstoles fieles y se relacionaría con el término griego margaritari, nombre simbólico de la Eucaristía en la Alta Edad Media. Este hallazgo reavivó una vieja leyenda: que la ermita de San Adrián de Sasabe fue uno de los refugios del Santo Grial durante su huida de los musulmanes tras el año 711.

El enclave, rodeado de barrancos y propenso a inundaciones, presenta una particularidad técnica que alimenta aún más el misterio. A diferencia de otras iglesias románicas construidas sobre piedra firme, esta fue levantada sobre pilotes de madera. Durante el deshielo, el agua inundaba el interior del templo, creando un efecto de espejo que lo hacía parecer sumergido. Algunos historiadores apuntan que esta ubicación pudo ser elegida para garantizar el ocultamiento del edificio, e incluso del propio Grial.

Ermita San Adrián De Sasabe
Ermita San Adrián De Sasabe Foto Turismo De Aragón

El Grial en el Pirineo y la ruta hacia Valencia

Documentos y tradiciones orales apuntan que el cáliz sagrado fue trasladado por los obispos de Huesca hacia el norte tras la conquista musulmana. Desde Yebra de Basa, pasando por San Pedro de Siresa y San Adrián de Sasabe, el Grial habría permanecido oculto en este último enclave hasta mediados del siglo XI, cuando fue llevado a Jaca y más tarde a San Juan de la Peña. Su destino final, ya documentado, fue la Catedral de Valencia en 1437. Sin embargo, de su paso por San Adrián de Sasabe no existen registros directos, lo que ha alimentado hipótesis alternativas.

Una teoría sugiere que el cáliz conservado en Valencia, lujoso y tallado con esmero, podría no ser el auténtico. Según esta versión, el verdadero Grial —más humilde, como correspondería a una copa utilizada por un carpintero en Galilea— habría permanecido oculto durante mil años bajo tierra. De hecho, durante la Segunda Guerra Mundial, agentes de las SS cruzaron por la cercana estación internacional de Canfranc, a solo siete kilómetros de la ermita. Hitler, obsesionado con reliquias sagradas, visitó Monserrat en 1940 en busca del Grial, aunque ignoraba, quizá, esta otra posible ruta aragonesa.

Hoy, tanto la ermita de San Adrián de Sasabe como la estación de Canfranc han sido restauradas. El templo, declarado Bien de Interés Cultural en 2004, puede visitarse sin restricciones. El entorno natural, la arquitectura lombardo-jaquesa y el continuo rumor del río recuerdan al visitante que este lugar no fue una simple iglesia de montaña, sino posiblemente un santuario con un propósito oculto.

Aunque muchas de las teorías que rodean al Grial siguen sin pruebas concluyentes, lo cierto es que San Adrián de Sasabe conserva elementos únicos que refuerzan su carácter excepcional. Más allá de la leyenda, su recuperación ha permitido sacar a la luz una parte esencial de la historia eclesiástica y cultural del Alto Aragón, y ha devuelto a este rincón del valle del Aragón el protagonismo que tuvo hace más de un milenio.

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