Ha pasado prácticamente ya un año de la finalización del Festival Asalto en el barrio de Valdefierro en septiembre de 2017. Un festival de arte urbano que durante unos días utilizó éste barrio del oeste de Zaragoza como lienzo. Un año después, nos acercamos hasta Valdefierro para volver a disfrutar de las actuaciones que se realizaron y comprobar en qué estado se encuentran.
Valdefierro es un barrio tradicional, donde todo el mundo parece conocerse. Un barrio en el que todavía se pueden ver muestras de las redes sociales de toda la vida, las de salir a la puerta de casa con la silla o a la plaza y hablar con los vecinos. Valdefierro también es un barrio en el que las casas más antiguas, muchas de ellas de una sola planta, se entremezclan con nuevos edificios y solares sin uso. Un barrio que, en parte, se vio transformado gracias a la llegada del Festival Asalto y su trabajo en numerosos espacios, que, entre otras cosas, hizo que muchos descubrieran Valdefierro, del que apenas habían más que oído hablar o visto su nombre en los letreros de los autobuses de las líneas 24 y 36.
No hay más que adentrarse en las estrechas calles del barrio, esas con nombres de constelaciones o planetas, para ver que el legado del Festival Asalto sigue presente en el barrio, formando parte ya de su día a día. Gran parte de las obras siguen igual que hace un año, con las naturales muestras del paso del tiempo, pero respetadas por vecinos y visitantes. Todavía podemos ver las mariposas de Mantra, las escaleras multicolor de Zest, el impresionante mural de Helen Bur en recuerdo de los primeros vecinos del barrio o las palomas de Jofre Oliveras dibujando la Osa Menor, por citar sólo algunos de ellos. Tampoco falta el mural colaborativo en la confluencia de las calles Aries, Mercurio y Boyero.
Pero no todo son buenas noticias, ya que se echan en falta algunas actuaciones que recordamos de anteriores visitas. Al llegar a la parada de autobús de la calle Tulipán junto a la Plaza Armonía intentamos encontrar aquel colorido perro de Dingoperromundo, pero ya no parece estar, la fachada que lo albergaba está siendo remodelada y el mural ha tenido que ser sustituido por cemento y una lona negra. Tampoco queda apenas nada de aquella actuación de Susana Blasco en los Jardines de la Estrella Polar que, formada por papeles, nos enseñaba el rostro de una mujer, de la que ahora sólo queda una parte pegada en la pared, y es que el tiempo y la climatología no perdonan.
Tampoco faltan las inevitables pintadas en forma de firma ilegible sobre algunas de las actuaciones por parte de quienes quieren dejar su huella confundiendo el arte urbano con el vandalismo. Muestra de ello podemos encontrar en la obra de Antonio Marest en las paredes del Buen Pastor en el Alto Carabinas o en parte de la obra de Zest entre la calle Proción y Miguel Ángel Blanco. Meras excepciones dentro del general buen estado de las actuaciones del Festival Asalto en Valdefierro.
En pocos días, el Festival Asalto tomará las calles y edificios del vecino barrio de Oliver, en el que ya lleva varias semanas trabajando codo con codo con diversos colectivos del barrio y del que ya podemos ver los primeros resultados, por ejemplo, en el patio del CEIP Fernando el Católico. Será, sin duda, una excusa más para regresar a ésta zona de Zaragoza y volver a disfrutar de una de las mejores muestras de arte urbano no sólo en nuestro país si no también a nivel europeo y mundial.