Si algo nos ha enseñado la pandemia de la Covid-19 es que no hace falta irse muy lejos para disfrutar de unas vacaciones de ensueño, ya que España está llena de rincones y pueblos que bien merecen una visita. Es el caso de Aínsa, una pequeña villa medieval que en verano multiplica su población y que se perfila como uno de los enclaves favoritos de quienes deciden pasar unos días en el Pirineo oscense. Cuenta con algo más de 2.000 habitantes, pero su oficina de turismo registra cada año más de 50.000 visitantes. Su plaza porticada, su rica gastronomía, su firme apuesta por la cultura o su inmensa oferta de actividades en plena naturaleza son solo algunos los atractivos de esta localidad.
Un paseo por las calles empedradas de su casco histórico transporta a los visitantes a la Edad Media. En la villa, declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1965, todavía permanecen intactos vestigios de aquella época como su castillo-fortaleza, sus puertas, su plaza mayor o la iglesia de Santa María, que data del siglo XII y está catalogada como Monumento Nacional. En 2015, por su belleza y su riqueza arquitectónica, recibió el título de ‘Uno de los pueblos más bonitos de España’.
La gastronomía es otro de los puntos fuertes de la zona. No es necesario salir de Aínsa para degustar auténticas creaciones de la alta cocina, basta con reservar en ‘El Callizo’ y deleitarse con alguno de sus menús degustación. Cocina “técnica y emocional” de montaña que, en diciembre de 2020, le hizo merecedor de una prestigiosa estrella Michelin.
La localidad cuenta también con otros restaurantes y bares para todos los gustos, bolsillos y paladares: desde la cocina más tradicional hasta las tapas, pasando por elaboraciones delicatesen en las que la ternera, producto estrella de la zona, es la gran protagonista. El viaje tampoco puede llegar a su fin si no se han probado los yogures artesanales de Saravillo ni la cerveza Rondadora, nacida en el pueblo de La Cabezonada, a tan solo 15 minutos de Aínsa.
Capital de la música y la cultura con perspectiva de género
Julio es un buen mes para visitar el Sobrarbe y escapar de las sofocantes temperaturas. Además, quienes acuden a Aínsa en esta época se topan con la celebración de uno de los festivales más antiguos de la zona: el Festival Castillo de Aínsa. Este año se desarrollará del 26 de junio al 25 de julio, con dos eventos que merece la pena marcar en el calendario. El 2 de julio tendrá lugar el concierto del malagueño Zenet, que acaba de estrenar su último disco ‘Zenetianos’; y el 3 de julio, una de las primeras actuaciones de la vuelta a los escenarios españoles de Chucho Valdés.
El festival se ha convertido en uno de los certámenes musicales de referencia en Aragón, poniendo en valor el patrimonio de la villa y celebrando las distintas manifestaciones culturales que se dan a ambos lados de los Pirineos. En la programación de conciertos, actuaciones de teatro, talleres, poesías y charlas, este año se ha tenido muy en cuenta la presencia femenina y la defensa del medio rural. Por este motivo, hay previstos actos para rendir homenaje a las mujeres mayores de la zona, así como a los ‘sabios’ y a los artistas locales.
San Victorián y Jánovas: las joyas de Sobrarbe
Al estar situada en la confluencia entre los ríos Cinca y Ara, Aínsa es un punto de partida estratégico para visitar lugares tan especiales como el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido o el Parque Natural Posets-Maladeta. El pueblo sirve como inicio de numerosas excursiones, tanto caminando como en bicicleta o en coche. Desde el parking del Castillo parte una ruta a pie hacia el mirador del Cinca, que ofrece unas espectaculares vistas a vuelo de pájaro del Valle del Cinca, del Pirineo y del pueblo viejo.
También merece la pena acercarse hasta el monasterio de San Victorián (s.VI), el más antiguo del que se conocen datos, o hasta la localidad Ascaso, que con tan solo seis habitantes acoge en agosto un peculiar evento: la muestra de cine más pequeña del mundo.
Otra visita imprescindible es la de Jánovas, un pueblo desahuciado por la amenaza de un pantano que nunca llegó y cuyos vecinos aspiran a recuperar la vida que tenía antaño. Y a tan solo media hora de Aínsa se encuentra Fiscal, parada obligatoria para los amantes de las emociones fuertes. Allí se encuentra la tirolina Ordesa Pirineo, inaugurada hace escasos meses, y con la que se alcanza una velocidad de entre 130 y 160 kilómetros por hora. Eso sí, no es apta para quienes tienen miedo a las alturas, porque su plataforma de despegue se encuentra a 1.200 metros de altitud.
Esta impresionante tirolina es solo un ejemplo del sinfín de posibilidades que la comarca de Sobrarbe ofrece a los aficionados a los deportes de aventura: las rutas BTT, el rafting, el barranquismo o las vías ferratas son solo algunas de las actividades que pueden practicarse en este entorno que queda grabado para siempre en la retina de quienes vienen a conocerlo.